¿Qué ocurre cuando dejamos de creer en las hadas? ¿Cuándo abandonamos la magia de la infancia y nos perdemos en los vagones del pasado? Estas preguntas resuenan en la nueva producción de a+ Soluciones Culturales, dirigida por La Teta Calva, que reinterpreta la clásica historia de J.M. Barrie para explorar la necesidad de reconectar con aquello que fuimos, no desde la nostalgia, sino desde la urgencia de volver a ser.
En esta versión de Peter Pan, el enfoque no está en recordar lo que una vez fuimos, sino en redescubrir la capacidad de soñar, de volar y de creer. Las hadas, los piratas, las sirenas y los cocodrilos no son solo personajes de un cuento, sino símbolos que viajan desde el presente hacia aquel lugar donde la imaginación aún reinaba.
Cada uno de nosotros tiene su propio Nunca Jamás, un refugio personal donde se esconden los recuerdos de lo que un día se marchó, dejando solo sombras.
La obra se pregunta en qué momento dejamos atrás la diversión, la rebeldía y las alas de la pasión. ¿Cuándo comenzamos a escuchar el tic tac incesante de la rutina y olvidamos el sonido de las risas despreocupadas? La Teta Calva nos invita a un viaje sensorial donde la música en vivo y la imaginación se convierten en herramientas para recuperar aquello que creímos perdido.
El escenario es un parque de atracciones abandonado, una metáfora poderosa de la infancia olvidada. Una montaña rusa oxidada, un letrero que ya no se lee, atracciones cubiertas por un manto de hojas secas y risas que parecen congeladas en el tiempo.
Este espacio, que alguna vez fue sinónimo de alegría, se transforma en la isla de Nunca Jamás, un lugar que espera volver a florecer. Los vagones y toboganes olvidados se convierten en barcos, bosques y cielos donde volar, mientras las hojas secas simbolizan un jardín a punto de renacer.
La propuesta escénica de La Teta Calva es una invitación a despeinarse, a llenarse los pies de barro y a pintarse la cara con colores de guerra. Es una aventura que combina hojas secas y primaveras apagadas, ferias trasnochadas, batallas y derrotas, algodón de azúcar amargo y camas elásticas sin brío. Es un llamado a divertirse, a llorar y, sobre todo, a volver a creer en las hadas.
En esta pieza, el público no es un mero espectador, sino un cómplice esencial. Somos los niños perdidos, y juntos aprenderemos a volar de nuevo. Porque, al final, Nunca Jamás no es un lugar lejano, sino un rincón de nuestro interior que espera ser redescubierto
Acceso a las entradas, en la web del Teatro Pérez Galdós.